Tomas F. Ruiz
Alternativa Republicana Londres
La apuesta del primer ministro británico David Cameron por alinear al Reino Unido, junto al gobierno norteamericano, en el acoso al gobierno sirio, forma parte del complot internacional contra un país que ha visto emerger su economía en las últimas décadas bajo la definición de república democrática, popular y socialista.
Siria mantiene en su régimen de gobierno los principios de igualdad ante la ley, libertad religiosa y elecciones generales. El partido en el poder está inspirado bajo la consideración de socialismo árabe y en este sentido orienta su economía hacia el reparto igualitario de todas las riquezas que posee el país. Las mujeres pueden caminar libremente por la calle sin necesidad de usar velo y están capacitadas al mismo nivel que los hombres en el acceso a la educación, la cultura y el trabajo. Desde este punto de vista, Siria es un país democrático y progresista que ha experimentado importantes cambios hacia la igualdad de todos los ciudadanos bajo la influencia del actual partido en el poder. El único reproche que se podría hacer al régimen sirio es que el presidente debe ser musulmán. Esto, sin embargo no afecta a la libertad religiosa, que permite la práctica de cualquier otra religión y la participación de creyentes no islámicos en la vida política del país.
En Siria no existen ninguna de la prácticas inhumanas del radicalismo musulmán que se dan en otros países de la zona –incluso están perseguidas por la ley-, entre otras la brutal dilapidación o la inhumana ablación… ¿Cuáles son entonces las razones de que se acose de esta manera al gobierno sirio y se pretenda derrocar por las armas, despreciando toda la legislación internacional, a su actual presidente?
Se trata de ocupar militarmente el país para saquear, sin ningún tipo de oposición, los enormes recursos energéticos que posee: petróleo y gas natural fundamentalmente. También pesa la consideración ideológica de que se trata de un país árabe en contra de la política de expolio y sometimiento que Occidente se esfuerza en imponer en Oriente Medio. El “civilizado” mundo de las naciones ricas del planeta no está dispuesto a permitir que un régimen socialista como este sirva de modelo para otros países vecinos, mostrándoles el camino para zafarse de la dilapidante intervención de que son objeto por parte de potencias extranjeras.
Sólo en esta coyuntura, la de alinearse junto a la política militar norteamericana de ocupación de países estratégicos, puede encontrarse una respuesta a la perturbadora pretensión de David Cameron de proporcionar armas y ayudar militar a los terroristas que están sembrando el caos y la muerte en Siria. Cameron ha querido también aprovechar la cumbre de los G-8 que se celebra en territorio británico para limpiar la cara del Reino Unido ante sus socios europeos, por la incertidumbre que está creando en todo el continente el crecimiento del pensamiento antieuropeo en su país.
Si las arriesgadas intenciones de David Cameron de apoyar a los rebeldes sirios le permiten congratularse con los miembros del G-8 (no con todos, pues entre ellos está el mandatario ruso Putín, que apoya oficialmente al gobierno sirio actual), por otra parte el primer ministro británico está levantando una ola de protestas en su propio país que le pueden llevar a un callejón sin salida.
La arriesgada maniobra que pretende llevar a cabo apoyando a mercenarios sanguinarios en territorio sirio –los denominados por la prensa norteamericana “rebeldes” u “opositores a Bashar al-Assad”-, cuyo único objetivo es sembrar el caos y la destrucción por todo el país ha sido contestada ya por multitud de asociaciones ciudadanas, plataformas contra la guerra e incluso partidos políticos británicos. Recientes sondeos de opinión demuestran que ni siquiera un cuarto de la población británica apoya su descabellada su opción de armar a los rebeldes sirios. Entre los opositores hay incluso miembros de su propio gabinete: el viceprimer ministro del Reino Unido Nick Clegg, la ministra de asuntos exteriores Sayeeda Warsi (de origen paquistaní) y el ex secretario de Estado (Cabinet Office minister) Ken Clarke, ya han comunicado su abierta oposición al primer ministro David Camerón.
Entre la opinión pública inglesa, siguen pesando ominosamente los informes sobre las torturas y crímenes cometidos impunemente por soldados británicos durante su presencia en Irak. Cada vez resulta más evidente que el único sector británico que apoya a Camerón en su descerebrada propuesta es el relacionado con la industria armamentística en su país (el Reino Unido es el cuarto en el mundo en la fabricación de armas). Este sector de población sería el único que vería aumentar generosamente los beneficios de sus empresas si se formalizara el envío de armas a Siria. Evidentemente, David Cameron también tendría su pingue parte del pastel (cheese cake lo llaman aquí), como en su momento, durante la funesta intervención española en la guerra de Irak, lo tuvo José María Aznar.
El estremecedor video de un oficial rebelde sirio sacando el corazón a un soldado leal al gobierno y declarando que se comerían las entrañas de sus enemigos, ha dejado ya bien claro a manos de qué tipo de degenerados asesinos irían a parar las armas británicas que Cameron pretende enviar a Siria. En el parlamento británico se han producido ya acalorados debates sobre hasta qué punto el civilizado y flemático carácter anglosajón no se vería seriamente afectado ante al apoyo oficial de su gobierno a una banda de caníbales como los que operan financiados por Obama en Siria. No hay muchas posibilidades de que la opción de apoyar a los rebeldes sirios salga adelante en el parlamento inglés, pero Cameron, sin embargo, sigue adelante con su propuesta… ¿Es posible que la única intención del primer mandatario inglés sea resultar simpático a sus socios de la maquiavélica cumbre del G-8?
La pregunta que muchos ingleses se plantean ya es: ¿Contarán entre los menús con que son agasajados todos los participantes en esta siniestra cumbre con platos al estilo de la selecta gastronomía de Hannibal Lecter?